LA REVELACIÓN.

El otro día estuve en una boda -este año tengo bastantes-, en que la novia venía con velo. Se ha perdido bastante el uso del velo en las novias, incluso a alguna vendría bien ponerle una rebequita por encima para taparla un poco. Pero bueno, no estamos aquí para hablar de moda. Como hacía tiempo que no veía me emocionó un poco el momento en que, después del consentimiento, el novio levanta el velo a la novia y la descubre en su belleza. Para todos los novios su novia es la belleza, eso es un dato objetivo. Es como redescubrir a la persona amada una vez que se ha reconocido que ese amor es de Dios y a Dios tiene que volver.

Él (el Espíritu Santo) me glorificará, porque recibirá de lo mío y os lo anunciará. Todo lo que tiene el Padre es mío. Por eso os he dicho que recibirá y tomará de lo mío y os lo anunciará. Él os guiará hasta la verdad plena.

Hoy es la Santísima Trinidad. Sin dejar de ser un Misterio es la revelación de Dios. Dios Padre nos ha mostrado su amor entregando al Hijo que nos envía el don del Espíritu Santo. Y una vez que Dios nos ha mostrado su amor y nos ha hecho capaces de corresponder a ese amor, se quita el velo y nos muestra su rostro, uno y trino. Nos descubre la profundidad de su ser que es amor, en tres personas distintas en una sola naturaleza. Siendo que lo es Dios no ha querido darse a conocer por su omnipotencia, ni por su omnisciencia, ni por otro atributo divino por el que podríamos conocerle. Dios se ha levantado el velo y amostrado ese amor del Padre al Hijo y del Hijo al Padre que es otra persona distinta en el Espíritu Santo.

Por eso hoy no es tanto una fiesta para comprender sino para contemplar. Es para quedarse absorto contemplando cómo Dios se nos da a conocer, en un misterio insondable que sin entenderlo nada lo comprendemos todo, pues estamos hechos a imagen y semejanza de ese amor. Hoy vendía bien buscar momentos de silencio, pues el silencio es la única respuesta al asombro. Asombro de descubrir que no sé por qué, pero sé que me amas como Tú sólo puedes amar. Entonces todo mi ser está inmerso en esa Divina Trinidad, y que toda la Iglesia se siente unida ante la contemplación del Misterio y sólo puede llevar al mundo ese ?amaos como yo os he amado?.

Hoy no busquemos más palabras, busquemos el silencio. El silencio de María que guardaba todas estas cosas en su corazón mientras paladeaba: Hija de Dios Padre, Madre de Dios Hijo, esposa de Dios, Espíritu Santo. La Re- velación de Dios.